La editorial Tirant lo Blanch acaba de publicar la tercera edición de mi Compendio de Derecho Constitucional, una alegría que hace más llevadero este frío mes de febrero. Aquí copio la introducción que le he puesto:
Nota a la tercera edición
Quizás porque con la edad nos van quedando menos neuronas,
no se me ocurre escribir ninguna cosa nueva sobre el contenido de este libro que no sea una pura actualización (por no decir repetición) de lo señalado en la nota a la segunda edición: esta tercera se justifica porque nuestra Constitución efectivamente vigente sigue cambiando aunque no se haya tocado una coma del texto escrito y si esta edición supera —como creo fervientemente— a la anterior se debe a las sugerencias y a las advertencias sobre mis errores que me han hecho llegar los lectores, sobre todo los alumnos. Y entre ellos, hay uno al que quiero darle las gracias de forma muy especial: Juan Ruiz Ramos, mi hijo mayor, que en contra de mi criterio no solo se embarcó en estudiar Derecho sino que luego se empeñó en leerse de arriba abajo este Compendio y me fue señalando erratas, frase oscuras y cosas que echaba en falta.
no se me ocurre escribir ninguna cosa nueva sobre el contenido de este libro que no sea una pura actualización (por no decir repetición) de lo señalado en la nota a la segunda edición: esta tercera se justifica porque nuestra Constitución efectivamente vigente sigue cambiando aunque no se haya tocado una coma del texto escrito y si esta edición supera —como creo fervientemente— a la anterior se debe a las sugerencias y a las advertencias sobre mis errores que me han hecho llegar los lectores, sobre todo los alumnos. Y entre ellos, hay uno al que quiero darle las gracias de forma muy especial: Juan Ruiz Ramos, mi hijo mayor, que en contra de mi criterio no solo se embarcó en estudiar Derecho sino que luego se empeñó en leerse de arriba abajo este Compendio y me fue señalando erratas, frase oscuras y cosas que echaba en falta.
Pero más allá de referirme al contenido del Compendio, sí
que me gustaría decir algo nuevo sobre el momento histórico en el que casualmente
se publica: cuando la Constitución española está sufriendo un gran desafío por
parte de las fuerzas independentistas catalanas, que controlan el Gobierno de
esa Comunidad Autónoma. A lo largo del libro hago varias referencias, de la
forma más objetiva que he sabido, a los efectos jurídicos que está teniendo ese
desafío. Sin embargo, en esta nota me gustaría comentar mi opinión personal
sobre el futuro del Estado autonómico y sobre España en general: comparto con
muchos ciudadanos y especialistas la idea de que el Estado autonómico está muy
lejos de haber conseguido los objetivos con los que se concibió en los primeros
años de democracia pues ni ha logrado la satisfactoria integración de los
territorios con más deseo de autogobierno ni ha mejorado el funcionamiento
general de los poderes públicos; pero, con todos sus defectos, es la forma de
Estado que nos ha servido para lograr cuarenta años de democracia y de vida en
común. Por eso, mirando nuestra Historia y parafraseando a Winston Churchill,
podemos decir que el Estado autonómico es la peor forma de distribución
territorial del poder político que nos hemos dado los españoles, con exclusión
de todas los demás. Ahora bien, el desafío independentista puede ser un acicate
para mejorarlo y hacerlo más integrador y eficaz. Por eso, pienso que los
españoles que creemos en una España unida, dentro de una Europa cada vez más
integrada, podemos repetir otra frase conocida, en este caso de Antonio
Gramsci: “Soy un pesimista con la inteligencia, pero un optimista con la
voluntad”.
Granada, octubre de 2017
Las primeras páginas se pueden leer en este enlace:
http://issuu.com/tirantloblanch/docs/9372c364f59aea5193420c6fa1fe8e15?e=0
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