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9 de mayo, Día de Europa

"La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan".. Robert Schumann, el ministro francés de Asuntos Exteriores, continuó leyendo  la declaración de su Gobierno en la que proponía que Alemania y Francia pusieran en común la producción del carbón y el acero. Era el 9 de mayo de 1950, hace sesenta años. Y para conmemorar la efeméride, el Comité de Sabios de la Unión va a hacer público mañana su informe, que El País ha adelantado  hoy en exclusiva.
 Mientras ocurren estas importantes cosas, en Almería el Consejo Andaluz del Movimiento Europeo celebramos modestamente el miércoles el Día de Europa dando el Premio Blanco White a Francisco Martínez Cosentino. El acto tuvo una cobertura mediática más que aceptable, con video incluido. Y dos espléndidos discursos, el de ofrecimiento del premio que realizó Ignacio Martínez, que éste ha colgado en su blog,  y el del premiado, Martínez Cosentino, que reproduzco debajo. Todo esto y mucho más, estará pronto en nuestra web oficial http://www.consejoandaluzdelmovimientoeuropeo.eu/.

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO BLANCO WHITE 2010


Francisco Martínez Cosentino,
Almería, 5 de mayo de 2010

Autoridades,
Miembros del Jurado del Premio Blanco White,
Amigas y Amigos,

Ha sido toda una sorpresa para mi el recibir el premio Blanco White. No tenía conocimiento del mismo y , por descontando, ni me he postulado ni sabía que nadie fuera a proponer mi nombre. Pero como con todas las cosas que no esperas en tu vida, el factor sorpresa ha sido, en este caso, emocionante y he aceptado el premio con respeto y humildad, pero sobre todo, con mucho agradecimiento a los miembros del jurado, la mayoría de los cuales, hoy han venido hasta Almería para hacerme entrega del mismo. Gracias de corazón.

Lo que más me agrada de este reconocimiento es que se trata de una iniciativa de ciudadanos andaluces europeístas que persiguen ensalzar los valores de una Europa unidad, humanista y solidaria. Yo me siento plenamente identificado con esos valores porque pienso que nuestro país, España, ha vivido su máximo esplendor social y económico sólo cuando se ha integrado en Europa; a sensu contrario, cuando hemos estado aislados del resto del continente, hemos vivido la etapa de mayor ostracismo.

La construcción de una Europa unida es el proyecto de mayor calado humano en la historia de la humanidad. Hicieron falta dos guerras mundiales en el siglo XX, con sus terribles consecuencias en pérdidas de vidas humanas, y mucha ayuda del exterior de Europa, para que las grandes potencias del continente, impulsadas por la grandeza de miras de soñadores como Schuman, Monet, Spinelli, entre otros, sembraran el gérmen de lo que hoy es, el espacio más próspero del mundo en términos de bienestar económico y social.

Los considerados padres fundadores, se propusieron que Europa no fuese un reñidero permanente; así para Robert Schuman lo relevante no era el mercado, sino la creación de un ámbito de libertades, y para ello, había que crear un amplio conjunto de" intereses comunes".

Y esta realidad de un espacio de intereses comunes, ha sido la mayor oportunidad para los individuos y las empresas del continente. Por fin se puede viajar de manera franca por todo el territorio de veintisiete naciones europeas, sin que sea como exiliados o evasores.

Visto desde un punto de vista económico empresarial, los dos grandes tesoros de la corona europea son: el mercado único europeo, con casi quinientos millones de consumidores; y de otra parte, el Euro, la acuñación de la Unión Monetaria Europea.

Por tanto," ahora lo natural es pensar en europeo, al ser España una provincia de Europa", como aconseja el profesor del Instituto San Telmo, Lucas Tomás, y que él concretiza en conocer cómo se hacen los negocios; quiénes dominan la distribución, quiénes son los proveedores, los clientes y los competidores específicos de cada negocio. Esto mismo es lo que, en mi empresa, hemos podido desarrollar durante las dos últimas décadas, con especial intensidad en el último lustro. Este pasado fin de semana, hemos reunido aquí en Almería, a más de ciento treinta clientes de once países de la Unión Europea más Turquía y Rusia, para celebrar la convención de distribuidores europeos. Todo un crisol de culturas e idiomas pero que cada vez nos hacen ser más conocedores de esa realidad tan diversa que es Europa.


El profesor Pankaj, del IESE, es un defensor de lo que él llama la semiglobalización; argumenta en sus libros y conferencias, que" las mejores oportunidades están en los mercados vecinos y cercanos"; cita como ejemplo que el comercio entre España y Portugal es superior al que realiza España con toda Latinoamérica. Por tanto para una empresa española o para un profesional liberal, enfocarse a Europa sería una acción de semiglobalización.

Todos somos conscientes de que, desde hace dos años, estamos viviendo unos momentos de gran incertidumbre económica y social, con un preocupante incremento desmesurado del paro, detrás del cual siempre hay personas con problemas, y empresarios que ven frustrada su vocación emprendedora cuando no arruinada su carrera. Esto aplica particularmente al caso de España.

Hace unos días escribía Van Rompuy, el primer Presidente permanente del Consejo Europeo, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo: " El modelo europeo no puede sobrevivir sin un crecimiento económico más fuerte. Ni Europa puede jugar un papel en el mundo sin más fuerza económica".

El crecimiento económico es esencial para el mantenimiento del estado de bienestar; lo es igualmente para salvaguardar el estado social y democrático de derecho que nació en Europa, convirtiéndola en el área más avanzada y equilibrada que la humanidad jamás haya conocido como forma estructurada de convivencia. Nada podrá garantizar a los europeos el mantenimiento de sus conquistas históricas, de no mediar crecimiento económico suficiente para sufragar el complejo entramado burocrático creado en los Estados de la Unión.

Además, en el mundo global en el que estamos, en el que la tarea de Europa no es solamente interna, sino que también requiere de responsabilidad internacional, tendríamos que tener muy claro que si no somos uno de los cuatro o cinco grandes actores del mundo, tampoco nuestro nivel de bienestar se podrá sostener. Esto lo han defendido líderes políticos como González, Helmut Kohl o la excomisaria Enma Bonino; èsta última escribía hace unas semanas unas brillantes reflexiones, donde recordaba la frase de Jacques Delors "Europa es como una bicicleta: o pedaleas o te caes". Y es que el mundo va tan rápido que no nos podemos permitir el lujo de parar, y mucho menos de no crecer.

Si nos preguntamos ¿ cuál es la esencia de Europa? la respuesta hoy sigue siendo el mensaje de los fundadores: El Estado-Nación. Y esto entraña el peligro de los nacionalismos que no sólo no son adecuados frente a los desafíos, sino que son un peligro; el nacionalismo siempre es portador de tensiones, como el racismo, la xenofobia o la autarquía.

Por tanto, la superación del Estado-Nación, con competencias delegadas, tiene que ser la esencia de Europa; está obligada por la propia dinámica del mercado común, por la economía global del siglo XXI y es una necesidad palmaria de innovación organizativa.

Pero es que el propio sistema monetario lo demanda también; no hay marcha atrás: para hacer que el euro funcione, Europa tiene que avanzar mucho más en la unión política, para que como ha escrito el nobel de economía, Paul Krugman" los países europeos empiecen a funcionar más como estados de Estados Unidos".

Es importante que a la hora de perfilar el mejor futuro para Europa estemos más atentos al mundo y no caigamos en un ego-europeismo, o dicho de otra forma, que nos pasemos mirándonos el ombligo. Porque el mundo está en un proceso radical de cambio impulsado por tres fuerzas:

- La de la globalización.
- La de la conectividad permanente que ha traído Internet
- la de la no sostenibilidad del planeta: derivada de la crísis energética, el cambio climático, etc.

De la globalización, cabe decir que está evidenciando un reequilibrio de la geoestrategia, donde el nuevo motor del mundo está en Asia, con dos potencias como China y la India , que van a ser, están siendo ya, actores de primer orden en cualquier sector de nuestras vidas. Occidente en general, y Europa en particular, corren el riesgo de perder relevancia internacional si no se actúa con unidad y sobre todo con sentido de la urgencia de cambiar muchas cosas. Estados Unidos seguirá siendo un motor de prosperidad y de oportunidades, pero conscientes de que el mundo ha cambiado, ya están prestando mucha atención a esos otros grandes actores mundiales, lo cual a veces levanta un salpullido de celos en Europa, que siente que ya el viejo continente no interesa tanto del otro lado del atlántico.

La competitividad de Europa guarda mucha relación con la fortaleza de sus marcas, patentes y el grado de innovación. En estos últimos días se han ido conociendo diferentes rankings de las cien marcas más fuertes del mundo. Europa tiene 39 dentro entre esas 100; en el año 2001 eran sólo 30 las marcas, por lo que se ha ganado en número frente a países como Japón o Estados Unidos. Sin embargo, siendo este dato positivo, sobre todo por lo variado de los sectores a las que representan esas marcas, conviene prestar atención a lo que ha apuntado el profesor Jose Luis Nueno:" falta presencia en los sectores del futuro, aquellos que pueden producir un cambio disruptivo". Y esto nos lleva a prestar más atención a las tecnologías de la información, la biotecnología, energías alternativas, agua y agroalimentación avanzada, productos farmaceuticos y en general el sector de la salud.

El próximo día 25 de mayo, un Consejo Europeo sobre competitividad va a presentar las conclusiones de un macroestudio realizado por el Instituto Max Plank sobre el estado de las marcas y las patentes en Europa para trazar las pautas de futuro. Aguardamos con interés esas conclusiones.

Europa tiene que enfrentarse a estos retos del mundo global con unión y determinación para impulsar la innovación, pero sin perder de vista otros problemas más de aquí y de no menor calado; como el envejecimiento paulatino de la población, que va a ser una auténtica espada de Damocles sobre los sistemas de pensiones. Ya en España el segmento de mayores de 65 años es superior al de los menores de 16 años. Sería más que deseable que este asunto se abordase con el rigor necesario y a escala europea visto que en muchos países no tenemos aún la altura de miras para ver lo que el pensador Peter Drucker llamaba las "grandes certidumbres".

Y no menos importante tampoco va a ser el tema de las oportunidades laborales y su vinculación el sistema educativo. Europa necesita capacidades, no oficios. Este era el titular de un reciente dossier sobre el tema. Casi siete millones de puestos de trabajos nuevos son los que se generarán en la Unión Europea en los próximos 10 años. En 2020 habrá 80 millones de oportunidades laborales en la Europa de los 27, probablemente más de siete millones estarán en España.

Un reciente estudio presentado en Barcelona decía que "habrá más empleos para los mejor cualificados. Sólo el 15% de los trabajos del año 2020 serán de baja cualificación, frente al 50% de los de media y el 39% de los de alta cualificación". Estos datos tienen que hacernos pensar si estamos enfocando nuestro sistema educativo, universidades y formación profesional en la buena dirección.

Me sumo a los que piensan que no hay que pensar en formar en oficios, sino en capacidades y habilidades. Un ejemplo: no se trata de generar un tipo concreto de administrativo, sino profesionales con habilidades administrativas, de idiomas, de trabajo en equipo, de conocimiento en nuevas tecnologías. Competencias que encajen en labores diferentes y que permitan que la vida laboral del ciudadano vaya mutando según varíe el mercado laboral. Visto con otro ejemplo, no se trataría de formar cocineros que sepan preparar el menú del día, como que tengan conocimientos de nutrición y de cocina internacional, y que hablen varios idiomas.

Probablemente, una de las mejores iniciativas que hayan tenido lugar en Europa, en las últimas tres décadas, haya sido el del programa Erasmus que ha facilitado el intercambio de decenas de miles de universitarios de toda Europa. Este flujo de jóvenes estudiantes europeos nos ha igualado a los europeos y en el caso de los españoles ha sido como un bautismo de europeísmo que ha beneficiado muchísimo a los jóvenes a salir de su ciudad, de su Región y enfrentarse a la necesidad de tener que integrarse en un país con una lengua y una cultura completamente diferentes. Esto deberá influir para un cambio necesario en nuestro país, como es el incrementar la movilidad de las personas, el aceptar que uno, durante su vida laboral, pueda trabajar en lugares diferentes, a veces muy distantes. En esto, los norteamericanos siempre han sido mucho más avanzados y eso se nota.

Quería terminar con una última reflexión. La sociedad ideal no existe; pero sí puede darse con soluciones para hacer frente a las injusticias. Las Instituciones afectan a nuestra vidas, pero también nuestro comportamiento y cómo nos vemos los unos a los otros.

Por esto el debate público debe hacer a las personas, a la sociedad civil, responsables. Tenemos que fortalecer la sociedad civil europea para tomar el papel de corresponsabilidad con las Instituciones Públicas e impulsar una innovación en todos los ámbitos de la vida pública y privada que haga de Europa el referente ético, económico y político de un mundo sostenible.

Lo que se necesita es una complementariedad entre el Estado y el mercado, como viene reivindicando desde su atalaya en Harvard, el premio nobel de econmía Amartya Sen. Se acepta que debe existir una regulación decente y que el Estado debe jugar un papel suplementario en educación, sanidad y a la hora de proveer una red de protección social. Hasta el propio Adam Smith dijo que "para reducir la pobreza hace falta del Estado".

Los próximos años van a ser decisivos en cómo la humanidad enfrenta el drama de la pobreza, los grandes movimientos migratorios y sobre todo el Gobierno del Mundo; no será desde el egoísmo de donde venga las respuestas y las soluciones sino desde la solidaridad y la cooperación decidida como se construya un mundo mejor; y ahí quiero ver una Europa unida y orgullosa de su papel, segura de su pasado y valiente para el futuro.

Muchas gracias a todos los que me habéis acompañado hoy aquí y larga vida para Europa.

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