Artículo publicado en EURDEBATE.IE el 17 de junio de 2012
http://europedebate.ie/some-political-consequences-of-the-referendum/
En mi opinión –posiblemente sesgada por mi poco conocimiento de la sociedad irlandesa- además de las razones prácticas, había un par de razones teóricas, de defensa de principio políticos, que podrían haberse alegado en defensa del Tratado de Estabilidad. La primera consiste en que reforzar las competencias de las instituciones centrales de la Unión supone dotarnos colectivamente de mejores instrumentos para luchar contra la crisis. Por eso, si a nadie se le ocurriría atar las manos del capitán de un barco en medio de una tormenta alegando que con eso se respeta el derecho de los pasajeros a ir donde quieran, tampoco es correcto considerar que atribuir más poder a la Unión supone recortar los poderes de Irlanda. Más si se tiene en cuenta que en los momentos actuales el poder financiero europeo no reside tanto en las instituciones comunes como en las de Alemania.
Por otra parte, la idea de que supone una pérdida de soberanía que un futuro gobierno irlandés no pueda incrementar el déficit público es tan cierta como decir que atenta a la soberanía que el Gobierno no pueda tener más de quince miembros (art. 28 de la Constitución), que el Dáil Éireann no pueda establecer la pena de muerte (art 15), que el Presidente deba vivir en Dublín (art. 12) y tantas otras normas constitucionales que limitan los poderes de las instituciones del Estado. La limitación de que el déficit público no supere el 0.5% del PIB no significa que el Gobierno que lo desee no pueda gastar más, sino que no puede hacerlo por el procedimiento poco democrático de emitir deuda pública, lo que supone trasladar a las generaciones futuras el coste económico de decisiones tomadas ahora. Lo democráticamente correcto consiste en subir los impuestos, para que los ciudadanos que han elegido ese Gobierno soporten el gasto.
3. Todas las encuestas políticas realizadas este año han mostrado el constante ascenso del Sinn Féin, que ha pasado del 6,9% en las elecciones de 2007 al 24% de las encuestas del mes de mayo, solo por detrás del 32% del Fine Gael. En mi opinión, el referéndum le ha ayudado mucho en este ascenso ya que ha podido presentarse como un partido de firmes principios, comenzando por el de apelar al pueblo para decidir sobre la ratificación del tratado y por su apasionada defensa de la soberanía. Como, al mismo tiempo, ha evitado el radicalismo de la Alianza de la Izquierda Unida, ha logrado proyectar una imagen de ser el auténtico partido de la oposición, sin por ello convertirse en un partido antisistema, borrando así su tradicional característica de brazo político del IRA. El gran perjudicado del ascenso del Sinn Féin es el Partido Laborista, que baja su apoyo del 19% de las elecciones de 2011 al 10% actual. Para contrarrestar esta tendencia, Eamon Gilomore ha lanzado una propuesta de estímulo al crecimiento, buscando diferenciarse del Fine Gael. No tiene fácil evitar que sus votantes descontentos se vayan en masa al Sinn Féin no solo porque tiene que luchar contra el destino trágico de los segundos partidos en las coaliciones, sino porque tiene enfrente al carismático Gerry Adams, que con constancia de benedictino está llevando a un partido antaño marginal, apoyo del terrorismo y obsesionado por la unidad de Irlanda, a ser el partido hegemónico de la izquierda moderada, Además Adams tiene en su mano un instrumento poderoso para seguir impulsando al Sinn Féin: dimitir en el momento preciso para dejar paso a una nueva generación de líderes desligada completamente de un pasado violento.
http://europedebate.ie/some-political-consequences-of-the-referendum/
La política y la vida van tan rápido en el siglo XXI que el referéndum del 31 de mayo parece que se celebró hace un año y ya no es un asunto del que merezca la pena hablar. Sin embargo, y lo mismo que ocurre en las vueltas ciclistas, el hecho de haber superado una etapa no quiere decir que no tenga consecuencias para la clasificación general, más bien todo lo contrario. Por eso, es conveniente reflexionar sobre lo que ha ocurrido y sus consecuencias. Aquí van las que, en mi opinión de extranjero apasionado por Irlanda, me parecen más relevantes.
1. El referéndum implica que Irlanda se aleja de la democracia representativa, el modelo Wetsminster, según el cual el pueblo delega todo el poder en el Parlamento. Si la Constitución de 1937 se basaba en ese modelo, la interpretación judicial originada a partir del caso Crotty en 1986 y su aceptación por la clase política ha transformado a Irlanda en una democracia participativa cercana a Suiza o a algunos estados norteamericanos, como California, con frecuentes referendos sobre los más variados temas. Se separa así de los otros 26 Estados de la Unión Europea pues si ya fue el único Estado donde los ciudadanos refrendaron el Tratado de Lisboa, ahora vuelve a ser el único que refrenda el Tratado de Estabilidad. Y lo ha hecho a pesar de los motivos jurídicos que hacían innecesaria la consulta, como mi colega y amigo Gavin Barrett argumentó en su momento. La lógica de la política se impuso a la lógica jurídica: no hay Gobierno que pueda soportar una presión política y social para convocar un referéndum sobre el Tratado de Estabilidad cuando unos meses antes –en octubre de 2011- se habían celebrado sendos referendos para cuestiones relativamente secundarias como reforzar los poderes de las comisiones de investigación parlamentarias y recortar el salario de los jueces.
2. La manera de afrontar la campaña del referéndum que adoptó el Gobierno y sus aliados fue la de argumentar a favor del sí porque era lo mejor para Irlanda: la ratificación del tratado era imprescindible para que el país pudiera seguir disfrutando del apoyo europeo, muy especialmente del nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad que a partir de 2013 dispondrá de 700.000 millones de euros. La oposición respondió a lo que consideraba un argumento del miedo señalando que como verdaderamente se defendía los intereses irlandeses era votando no pues "la austeridad no funciona". Pero además, alegaron principios políticos: el tratado limita la soberanía de Irlanda al impedir que en el futuro un Gobierno pueda gastar más si así lo considera conveniente. Aunque no lo dijeran, los partidarios del sí dieron la impresión de aceptar tácitamente este argumento, hasta el punto de que The Irish Independent -el periódico más leído en Irlanda- pidió el voto favorable señalando que era preferible votar con la cabeza antes de hacerlo con el corazón. El mismo Enda Kenny tras el voto favorable del 60% de los votantes agradeció "el pragmatismo" de los irlandeses, negando que su campaña fuera una campaña del miedo, característica que sí atribuyó al otro bando.
1. El referéndum implica que Irlanda se aleja de la democracia representativa, el modelo Wetsminster, según el cual el pueblo delega todo el poder en el Parlamento. Si la Constitución de 1937 se basaba en ese modelo, la interpretación judicial originada a partir del caso Crotty en 1986 y su aceptación por la clase política ha transformado a Irlanda en una democracia participativa cercana a Suiza o a algunos estados norteamericanos, como California, con frecuentes referendos sobre los más variados temas. Se separa así de los otros 26 Estados de la Unión Europea pues si ya fue el único Estado donde los ciudadanos refrendaron el Tratado de Lisboa, ahora vuelve a ser el único que refrenda el Tratado de Estabilidad. Y lo ha hecho a pesar de los motivos jurídicos que hacían innecesaria la consulta, como mi colega y amigo Gavin Barrett argumentó en su momento. La lógica de la política se impuso a la lógica jurídica: no hay Gobierno que pueda soportar una presión política y social para convocar un referéndum sobre el Tratado de Estabilidad cuando unos meses antes –en octubre de 2011- se habían celebrado sendos referendos para cuestiones relativamente secundarias como reforzar los poderes de las comisiones de investigación parlamentarias y recortar el salario de los jueces.
2. La manera de afrontar la campaña del referéndum que adoptó el Gobierno y sus aliados fue la de argumentar a favor del sí porque era lo mejor para Irlanda: la ratificación del tratado era imprescindible para que el país pudiera seguir disfrutando del apoyo europeo, muy especialmente del nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad que a partir de 2013 dispondrá de 700.000 millones de euros. La oposición respondió a lo que consideraba un argumento del miedo señalando que como verdaderamente se defendía los intereses irlandeses era votando no pues "la austeridad no funciona". Pero además, alegaron principios políticos: el tratado limita la soberanía de Irlanda al impedir que en el futuro un Gobierno pueda gastar más si así lo considera conveniente. Aunque no lo dijeran, los partidarios del sí dieron la impresión de aceptar tácitamente este argumento, hasta el punto de que The Irish Independent -el periódico más leído en Irlanda- pidió el voto favorable señalando que era preferible votar con la cabeza antes de hacerlo con el corazón. El mismo Enda Kenny tras el voto favorable del 60% de los votantes agradeció "el pragmatismo" de los irlandeses, negando que su campaña fuera una campaña del miedo, característica que sí atribuyó al otro bando.
En mi opinión –posiblemente sesgada por mi poco conocimiento de la sociedad irlandesa- además de las razones prácticas, había un par de razones teóricas, de defensa de principio políticos, que podrían haberse alegado en defensa del Tratado de Estabilidad. La primera consiste en que reforzar las competencias de las instituciones centrales de la Unión supone dotarnos colectivamente de mejores instrumentos para luchar contra la crisis. Por eso, si a nadie se le ocurriría atar las manos del capitán de un barco en medio de una tormenta alegando que con eso se respeta el derecho de los pasajeros a ir donde quieran, tampoco es correcto considerar que atribuir más poder a la Unión supone recortar los poderes de Irlanda. Más si se tiene en cuenta que en los momentos actuales el poder financiero europeo no reside tanto en las instituciones comunes como en las de Alemania.
Por otra parte, la idea de que supone una pérdida de soberanía que un futuro gobierno irlandés no pueda incrementar el déficit público es tan cierta como decir que atenta a la soberanía que el Gobierno no pueda tener más de quince miembros (art. 28 de la Constitución), que el Dáil Éireann no pueda establecer la pena de muerte (art 15), que el Presidente deba vivir en Dublín (art. 12) y tantas otras normas constitucionales que limitan los poderes de las instituciones del Estado. La limitación de que el déficit público no supere el 0.5% del PIB no significa que el Gobierno que lo desee no pueda gastar más, sino que no puede hacerlo por el procedimiento poco democrático de emitir deuda pública, lo que supone trasladar a las generaciones futuras el coste económico de decisiones tomadas ahora. Lo democráticamente correcto consiste en subir los impuestos, para que los ciudadanos que han elegido ese Gobierno soporten el gasto.
3. Todas las encuestas políticas realizadas este año han mostrado el constante ascenso del Sinn Féin, que ha pasado del 6,9% en las elecciones de 2007 al 24% de las encuestas del mes de mayo, solo por detrás del 32% del Fine Gael. En mi opinión, el referéndum le ha ayudado mucho en este ascenso ya que ha podido presentarse como un partido de firmes principios, comenzando por el de apelar al pueblo para decidir sobre la ratificación del tratado y por su apasionada defensa de la soberanía. Como, al mismo tiempo, ha evitado el radicalismo de la Alianza de la Izquierda Unida, ha logrado proyectar una imagen de ser el auténtico partido de la oposición, sin por ello convertirse en un partido antisistema, borrando así su tradicional característica de brazo político del IRA. El gran perjudicado del ascenso del Sinn Féin es el Partido Laborista, que baja su apoyo del 19% de las elecciones de 2011 al 10% actual. Para contrarrestar esta tendencia, Eamon Gilomore ha lanzado una propuesta de estímulo al crecimiento, buscando diferenciarse del Fine Gael. No tiene fácil evitar que sus votantes descontentos se vayan en masa al Sinn Féin no solo porque tiene que luchar contra el destino trágico de los segundos partidos en las coaliciones, sino porque tiene enfrente al carismático Gerry Adams, que con constancia de benedictino está llevando a un partido antaño marginal, apoyo del terrorismo y obsesionado por la unidad de Irlanda, a ser el partido hegemónico de la izquierda moderada, Además Adams tiene en su mano un instrumento poderoso para seguir impulsando al Sinn Féin: dimitir en el momento preciso para dejar paso a una nueva generación de líderes desligada completamente de un pasado violento.
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