Esta última tarde de verano se ha presentado en la Fundación Euroárabe de Altos Estudios el libro homenaje a la profesora Inmaculada Ramos Tapia, mi irrecuperable compañera.
El acto estuvo presidido por el rector de la Universidad de Granada, Pedro Mercado Pacheco, y contó con las intervenciones del profesor Antonio Sánchez Ortega, secretario ejecutivo de la Fundación Euroárabe; Francisco Sosa Wagner, catedrático y escritor; Mercedes Ruiz Alarcón, autora y Ricardo Martín Morales, autor.
I. MEMORIAS COMPARTIDAS: INMACULADA RAMOS EN NUESTRO CORAZÓN. Una guía para vivir feliz, con cariño y respeto.
PRESENTACIÓN
En el ámbito académico, en el que habito, la mayoría de los libros son fruto de una reflexión profunda: alguien percibe una laguna en el conocimiento de su área y decide colmarla, ya sea escribiendo directamente una monografía o encargando el trabajo a un joven investigador para que lo convierta en su tesis doctoral. Otras obras nacen de un destello de genialidad, de un fogonazo, de una intuición de un autor —normalmente más científico que literario— que piensa una nueva teoría, encuentra una solución para un problema irresoluble hasta ese momento, o inventa un aparato que hace avanzar el Mundo.
Sin embargo, este libro no es producto ni de una larga reflexión, ni de una idea genial, ni de nada parecido. Su origen es mucho más sencillo, natural y espontáneo: la acumulación de textos que he ido recibiendo sobre Inma. Como soy algo desordenado y no quería perderlos, los fui reuniendo en mi blog. Después pensé que merecían una difusión más amplia y cuidada para que la gente que la conoció y la quiso viera que ese sentimiento era compartido por otras muchas personas. Entre todos, cada uno con su particular perspectiva, podríamos hacer una exhaustiva descripción de una persona que supo hacer muchas cosas en su breve vida y dejar una huella imborrable. Confirmaríamos así la antigua creencia griega de que los dioses se llevan pronto a los humanos que más aman.
Por cierto, que esa recopilación ha sido posible, evidentemente gracias a los autores que han escrito unos textos conmovedores; pero además a tres personas que me han ayudado cada vez que yo les he pedido un dato, una foto o cualquier otro detalle: Victoria Ramos Tapia (mi ahijada y hermana pequeña de Inma), Juan Ruiz Ramos (mi hijo mayor y ahora compañero en la UGR) y Rafael González Iañez (padrino de mi Daniel y amigo de toda la vida). A este último le debo muchas cosas en mi vida y ahora añado una nueva deuda por el excelente trabajo profesional que ha hecho con las fotos que le he ido proporcionando, algunas de una calidad ínfima y que él ha conseguido mejorar con paciencia franciscana. También nuestro sobrino Pablo Olivencia, un gran fotógrafo profesional, ha echado una mano en esta tarea. Gracias, de corazón, a los cuatro y a todos los autores. No puedo agradecer menos la apasionada entrega de la Fundación Euroárabe, liderada por Antonio Sánchez y Bárbara Boloix, ni el excepcional compromiso de Ediciones Miguel Sánchez, con Ángel Sánchez y Miguel Sánchez poniendo el alma para lograr que este libro sea una auténtica obra de arte.
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Con el tiempo, al ordenar los textos, me di cuenta de que en ellos no solo se describía a una persona excepcional, sino que al analizar su manera de actuar, podían extraerse valiosas enseñanzas para la vida, recetas y consejos de gran utilidad para todos. Sin haberlo planeado, tenía entre manos un libro que, en cierto modo, podía considerarse de autoayuda. Pero no del tipo de aquellos que enseñan a triunfar escalando en la pirámide social, a la manera del Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián (1647), o del mucho más cínico Breviario para políticos del Cardenal Mazarino (1684). No. Me refiero a una forma de éxito más profunda: la que consiste en ser querido y respetado por quienes nos rodean.
Inma poseía ese don de una forma natural. Sabía encontrar las palabras precisas para cada persona, ayudar a sus compañeros en el momento exacto, motivar a sus colaboradores para que dieran lo mejor de sí mismos, acudir allí donde podía ser más útil, etc. Este libro está lleno de ejemplos de ese saber estar y actuar en el mundo que la convertían en una líder con gran poder de atracción: desde su colaboración con la Cruz Roja para garantizar el derecho de asilo a los refugiados ucranianos en Granada, hasta llevar a la hija de una compañera al cine un viernes por la tarde; desde el simple gesto de prestar sus apuntes a un compañero despistado, hasta echarle una mano a una amiga para encontrar novio. Su compromiso social era tan amplio y constante que podía vérsela, con la misma naturalidad, donando sangre, pronunciando el pregón del barrio de Joaquina Eguaras o impulsando una carta en memoria de José Miguel Castillo Higueras, nuestro vecino durante muchos años. De su sonrisa y de su forma amable de expresarse —mano de hierro en guante de seda, si era preciso— nada diré, porque son rasgos recurrentemente destacados en estas páginas.
Quienes no hemos nacido con ese don de la oportunidad de Inma podemos aprender mucho de ella. Doy fe con conocimiento de causa, pues no en balde he sido la persona que más la ha tratado en sus últimos treinta y siete años. Gracias a Inma, soy ahora mucho mejor persona que cuando la conocí. Pero no solo eso, disfruto más de la vida, valoro los pequeños detalles y pienso con mayor detenimiento lo que digo y lo que hago. En fin, para entender mejor todo esto que explico de torpe manera, recomiendo leer este libro como lo hacía un personaje de El Corazón de las tinieblas con su ejemplar de Robinson Crusoe: abriéndolo al azar cada día y encontrando siempre el consejo que necesitaba.
Por mi parte, volveré a estas páginas no solo para recordarla, sino para no perder el oremus. Tengo miedo de que me ocurra lo mismo que aquel otro personaje de un cuento de Borges que, cuando falleció su mentor, su guía en las situaciones difíciles, empezó a vagar sin rumbo, incapaz de decidir por sí mismo; hasta el punto de acabar desprestigiado en poco tiempo porque un día decía una cosa y la contraria, al siguiente.
Poco más puedo añadir antes de dar la palabra a los autores, como no sea recordar los inmortales versos de Jorge Manrique, completamente aplicables a Inma: «aunque la vida perdió, dexónos harto consuelo su memoria».
¡Que su memoria sea una bendición para todos nosotros! ¡El dolor de hoy es consecuencia de la alegría de ayer!
Agustín Ruiz Robledo
II. CARTA DE ENCARNACIÓN RAMOS TAPIA A SU HERMANA, IGLESIA DEL PERPETUO SOCORRO DE GRANADA, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2025
Y como está escrito en la lápida de
papá: Dichosos los limpios de corazón, siempre verán a Dios.
Y de las últimas canciones que
tarareaba mamá: gracias a la vida que me has dado tanto ; yo digo, gracias,
Inma, qué ejemplo de vida has dado.
Ahora cuando mire al cielo y vea una
estrella brillar será la luz de papá, de mamá y la tuya, hermana. Tres ángeles
protectores.
Si el cometido en esta vida es dejar
bonita huella, tú bien lo has hecho y prueba de ello son todas las muestras de
cariño y condolencias que estamos recibiendo. Muchas gracias a todos por
acompañarnos.
Besos al cielo. Te queremos, Inma.
Quién pasó por nuestra vida y
dejó luz ha de resplandecer en nuestra alma para toda la eternidad.
III. JUSTA GÓMEZ NAVAJAS, "UN AÑO YA SIN NUESTRA QUERIDA INMA (q.e.p.d.)". Santuario del Perpetuo Socorro, Granada, 19 de septiembre de 2025.
Un año ya sin nuestra querida Inma,
que en paz descansa, sin verla corriendo de aquí para allá, siempre con algo
pendiente. Ramón de Campoamor acertó plenamente al escribir: “Es de cuántos
tormentos he sufrido la ausencia el más atroz”. Y, como dijera Manuel
Altolaguirre, lo peor es que el ser querido nos falte en lo conocido: que ya no
volvamos más a ver a Inma donde la solíamos ver: en el Departamento, por su
barrio, en su casa, en Istán…
“A veces la vida no sigue./ A veces
solo pasan los días”, afirma el poeta Karmelo Iribarren. Pero hay que seguir,
aunque vaya haciendo frío, como cantara Joan Baptista Humet. Seguir viviendo y
recordando a Inma porque es inevitable y, aunque el trajín diario nos absorbe,
se nos viene a la cabeza, más de una vez, algún momento vivido con Inma o algún
detalle nos la recuerda, o pensamos qué hubiera hecho ella en tal o cual
situación, o, sencillamente, imaginamos cómo hubiera disfrutado cogiendo
naranjas en su pueblo, o en tal o cual congreso, o qué hubiera dicho en el
Consejo de Departamento. Muy probablemente, hubiera alzado la voz frente a lo
que le pareciera injusto. Y, seguramente, seguiría viniendo aquí, a este
Santuario, donde sentía a su madre muy cerca.
Inma nos falta irremediablemente. Pero
ondeamos su recuerdo y blandimos el cariño que le tenemos como resistencia
frente al olvido. No hay amnesia. Seguimos sintiendo viva la dicha de haberla
conocido y, pese a su dolorosa ausencia, Inma sigue con nosotros de mil y una
maneras. Y toda la vida no bastará para hacer que dejemos de recordarla y
quererla.
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