Artículo publicado en la Revista del Domingo del Grupo Joly, 8 de abril de 2007
Durante mucho tiempo creí que la Semana Santa siempre coincidía con la luna llena no solo porque de la Biblia se dedujera que la Última Cena se celebró en plenilunio, sino porque de esa forma se resaltaba sutilmente que solo unos locos luneros habían podido asesinar al Hijo de Dios. Imbuido por esta idea, en estas fechas primaverales soy incapaz de ver cualquier coincidencia política sin pensar que contiene algún mensaje secreto. Por eso, para nada creí que fuera una casualidad intrascendente que la propuesta de Esquerra Republicana de entregar la Presidencia de la Generalitat a Artur Más si éste convocaba un referéndum por la autodeterminación viniera a coincidir con las elecciones regionales de Quebec, el país especialista en estos referendos (lleva ya dos para separarse de Canadá, uno en 1980 y otro 1995), en las que el Partido Quebequés (PQ), con su propuesta de convocar un tercer referéndum, obtuvo uno de los peores resultados de su historia. No sabía qué lógica secreta había detrás de la propuesta de Esquerra, pero estaba seguro de que el bombardeo de calificativos despectivos con los que fue recibida por la mayoría de los partidos (estupidez, dijo nuestro Presidente Chaves) no la describía completamente.
No he logrado averiguar el mensaje de esa coincidencia cuando otra nueva coincidencia Cataluña-Quebec ha venido a reforzar mi convencimiento de que existe una conexión. La reacción de Convergencia presentando en el Parlamento catalán, por primera vez en su historia, una moción para convocar un referéndum en el que plantear la creación de un "Estado propio", ha coincidido con otra importante novedad política en Quebec, aunque en sentido inverso: el líder del PQ, André Boisclair, ha planteado la necesidad de aparcar el objetivo del referéndum de soberanía. Aparentemente, y así lo han entendido los especialistas, Esquerra y Convergencia no han hecho otra cosa estos días que reanudar su puja por demostrar quien es más nacionalista, algo que puede darle muchos réditos electorales en las próximas elecciones del 26 de mayo. Es una teoría bastante razonable y casi seguro, cierta. Sin embargo, por culpa de mi manía de las coincidencias, no dejo de darle vueltas al asunto. Sobre todo, porque hay algo que no encaja en esa versión de la puja nacionalista: ¿por qué es tan evidente que el partido más nacionalista va a obtener más votos? ¿existe una fuerte demanda social en Cataluña para convocar un referéndum de autodeterminación (y lógicamente votar a favor)? Desde luego, la alta abstención de los catalanes en su referéndum autonómico y la persistente mayoría que se identifica al mismo tiempo como catalán y español hace pensar que el partido catalanista que quiera ser mayoritario debe moverse en las templadas aguas del autonomismo reivindicativo mucho más que en las del nacionalismo radical. La comparación con Quebec tampoco da lugar a muchas dudas: el gran triunfador de las elecciones quebequesas del 26 de marzo ha sido Acción Democrática (ADQ) un partido conservador y autonomista, que con el 31% de los votos y 41 escaños ha adelantado al soberanista y progresista PQ (28% de los votos y 36 diputados) y se ha convertido en la gran alternativa para el federalista Partido Liberal (33% y 48, respectivamente), que por primera vez en cien años deberá formar un gobierno minoritario.
Entonces ¿cual es el mensaje oculto de las coincidencias inversas entre la política catalana y la quebequesa? No acabo de encontrar la respuesta pues solo se me ocurre que a lo mejor en el Mundo hay una tasa fija de nacionalismo que hace que cuando baje en un lugar suba en otro. Pero esa idea parece demasiado providencialista y poco científica. Claro que a lo mejor resulta que he partido de un error y la verdadera coincidencia es entre la moción parlamentaria de CiU y la luna llena, con lo que se trataría de un mensaje psicológico sobre los líderes convergentes. Desde luego, no puede ser casualidad que este año haya actuado por primera vez Artur Más en la Passió d’Esparreguera.
Durante mucho tiempo creí que la Semana Santa siempre coincidía con la luna llena no solo porque de la Biblia se dedujera que la Última Cena se celebró en plenilunio, sino porque de esa forma se resaltaba sutilmente que solo unos locos luneros habían podido asesinar al Hijo de Dios. Imbuido por esta idea, en estas fechas primaverales soy incapaz de ver cualquier coincidencia política sin pensar que contiene algún mensaje secreto. Por eso, para nada creí que fuera una casualidad intrascendente que la propuesta de Esquerra Republicana de entregar la Presidencia de la Generalitat a Artur Más si éste convocaba un referéndum por la autodeterminación viniera a coincidir con las elecciones regionales de Quebec, el país especialista en estos referendos (lleva ya dos para separarse de Canadá, uno en 1980 y otro 1995), en las que el Partido Quebequés (PQ), con su propuesta de convocar un tercer referéndum, obtuvo uno de los peores resultados de su historia. No sabía qué lógica secreta había detrás de la propuesta de Esquerra, pero estaba seguro de que el bombardeo de calificativos despectivos con los que fue recibida por la mayoría de los partidos (estupidez, dijo nuestro Presidente Chaves) no la describía completamente.
No he logrado averiguar el mensaje de esa coincidencia cuando otra nueva coincidencia Cataluña-Quebec ha venido a reforzar mi convencimiento de que existe una conexión. La reacción de Convergencia presentando en el Parlamento catalán, por primera vez en su historia, una moción para convocar un referéndum en el que plantear la creación de un "Estado propio", ha coincidido con otra importante novedad política en Quebec, aunque en sentido inverso: el líder del PQ, André Boisclair, ha planteado la necesidad de aparcar el objetivo del referéndum de soberanía. Aparentemente, y así lo han entendido los especialistas, Esquerra y Convergencia no han hecho otra cosa estos días que reanudar su puja por demostrar quien es más nacionalista, algo que puede darle muchos réditos electorales en las próximas elecciones del 26 de mayo. Es una teoría bastante razonable y casi seguro, cierta. Sin embargo, por culpa de mi manía de las coincidencias, no dejo de darle vueltas al asunto. Sobre todo, porque hay algo que no encaja en esa versión de la puja nacionalista: ¿por qué es tan evidente que el partido más nacionalista va a obtener más votos? ¿existe una fuerte demanda social en Cataluña para convocar un referéndum de autodeterminación (y lógicamente votar a favor)? Desde luego, la alta abstención de los catalanes en su referéndum autonómico y la persistente mayoría que se identifica al mismo tiempo como catalán y español hace pensar que el partido catalanista que quiera ser mayoritario debe moverse en las templadas aguas del autonomismo reivindicativo mucho más que en las del nacionalismo radical. La comparación con Quebec tampoco da lugar a muchas dudas: el gran triunfador de las elecciones quebequesas del 26 de marzo ha sido Acción Democrática (ADQ) un partido conservador y autonomista, que con el 31% de los votos y 41 escaños ha adelantado al soberanista y progresista PQ (28% de los votos y 36 diputados) y se ha convertido en la gran alternativa para el federalista Partido Liberal (33% y 48, respectivamente), que por primera vez en cien años deberá formar un gobierno minoritario.
Entonces ¿cual es el mensaje oculto de las coincidencias inversas entre la política catalana y la quebequesa? No acabo de encontrar la respuesta pues solo se me ocurre que a lo mejor en el Mundo hay una tasa fija de nacionalismo que hace que cuando baje en un lugar suba en otro. Pero esa idea parece demasiado providencialista y poco científica. Claro que a lo mejor resulta que he partido de un error y la verdadera coincidencia es entre la moción parlamentaria de CiU y la luna llena, con lo que se trataría de un mensaje psicológico sobre los líderes convergentes. Desde luego, no puede ser casualidad que este año haya actuado por primera vez Artur Más en la Passió d’Esparreguera.
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