Artículo publicado en la Revista del Domingo del Grupo Joly, 11 de marzo de 2007
Cuando estudiaba COU, en aquellos tiempos antiguos en el que había suficientes curas para que impartieran ellos la asignatura de religión, nos visitó un hermano de San Juan de Dios para contarnos la actividad de su orden. Me impresionó tanto la generosidad de estos hombres que apunto estuve de aceptar su propuesta de ir un par de horas a la semana a su Hospital de Granada a hacer compañía a los enfermos sin familia. Sin embargo, un admirado compañero me hizo notar que en realidad esos frailes eran un instrumento del capitalismo pues su caridad solo servía para mantener la injusticia en el Mundo. En estos tiempos modernos, cuando el voluntariado ya sí es cosa de los progresistas, me he acordado de esta anécdota leyendo las declaraciones de la fiscal jefa de Cantabria en las que considera que en la sociedad existen otras muchas discriminaciones más importantes que la cláusula del concurso de Miss España que impide participar a las mujeres que hayan sido madres y que deberían de tener mucha más repercusión en los medios de prensa. Aunque no enumera ningún ejemplo, estoy seguro de que la fiscal lleva toda la razón, como demuestra que bastantes más personas conocen el caso anecdótico de la eliminación de Miss Cantabria por ser madre que la muy importante Ley orgánica para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, apunto de aprobarse en el Senado.
Y sin embargo, no dejan de producirme cierta desazón este tipo de afirmaciones generales que, inevitablemente, ponen sordina al caso que les sirve de fundamento, y que incluso le hacen pensar a uno que la protesta de Ángela Bustillo por su eliminación como Miss Cantabria solo sirve para distraer a la opinión pública de las verdaderas discriminaciones. Pero ya no creo en el antagonismo entre los grandes objetivos y las pequeñas batallas personales. Es más, muchas veces son esas modestas luchas las que traen grandes avances colectivos, mientras los perseguidores de lo Absoluto no acaban de encontrar la fórmula que destierre a la Injusticia para siempre. La lucha de las primeras sufragistas -tan poco comprendida por los revolucionarios de principio del siglo pasado, que la tachaban de reivindicación burguesa- es un buen ejemplo de estos logros, por no hablar de la modesta huelga en la fábrica Cotton de Nueva York para reclamar mejoras laborales, que está en la base ideográfica del Día Internacional de la Mujer, que tan solemnemente se ha celebrado este jueves.
Casi todos los grandes avances recientes contra la discriminación que soy capaz de recordar provienen de luchas personales por objetivos muy concretos. Así, gracias a la voluntad de un grupo de asturianas de trabajar en las minas se abolió la discriminación histórica de que las mujeres tuvieran vedado ciertos sectores laborales; la reivindicación de algunas mujeres valencianas para pescar en la Albufera ha servido para impedir que la tradición se use como excusa discriminatoria, lo mismo que la tenacidad de unas trabajadoras vascas ha llevado a prohibir que los empresarios recubran diferencias sexuales como diferencias de categorías laborales. La Ley 33/2006 sobre igualdad del hombre y la mujer en el orden de sucesión de los títulos nobiliarios solo se ha aprobado después de largas batallas jurídicas individuales, apelaciones a la ONU incluidas. Si no hubiera sido por una gallega, el Estatuto de los Trabajadores todavía ordenaría que en el caso de los contratos a tiempo parcial el cómputo para acceder a las prestaciones de la Seguridad Social se haría exclusivamente con las horas trabajadas, mientras que en los contratos a tiempo completo se les tiene en cuenta el periodo de duración del contrato. Así que, con perdón de toda la gente seria, me alegro mucho de que una mujer luche contra la discriminación en el frívolo mundo de los concursos de belleza. A lo mejor nos encontramos con que tiene alguna consecuencia general importante. En lo personal, ya lo ha tenido para mí: lamentarme de no haberle dado mi nombre a aquel fraile menudo que solo quería que algunos jóvenes entretuvieran a sus enfermos.
Comentarios